Oh
Santísima e Inmaculada Virgen,
belleza del
Monte Carmelo, tú que contemplas con tu agradecimiento
especial a
todos aquellos que llevan tu bendito Escapulario,
mírame con
tu dulce amor,
y cúbreme
con el manto de tu protección maternal.
Fortifica
mi debilidad con tu poder,
ilumina las
tinieblas de mi entendimiento con tu sabiduría,
aumenta la
Fe, la Esperanza y la Caridad en mí.
Adorna el
alma con las gracias y virtudes
que me
hacen agradable a ti y a tu divino Hijo.
Atiéndeme
durante mi vida,
consuélame
en la hora de mi muerte
y
preséntame a la Santísima Trinidad
como tu
servidor dedicado,
para
alabarte y bendecirte en el cielo
para siempre.
Amén.